La cafetería
En una cafetería que se encontraba en el último local del pasillo del segundo piso, se divisaban los únicos 2 empleados de aquel lugar. Ellos se encontraban abriendo el local como lo hacían todos los días. Mientras arreglaban las mesas y las sillas, colocaron en el televisor una playlist de Juanes para iniciar su jornada.
A la hora llegó una pareja, ellos no debían tener más de 30 años, pero las arrugas que se marcaban en su piel los hacía asemejar unos años más. La pareja parecía estar peleada por algún inconveniente, situación que aparentaba ser muy recurrente por la manera en que la manejaban.
La mujer pidió un té negro mientras que el señor ordenó un americano, sus pedidos se hicieron de manera cortante y luego la cafetería se vio inundada de un silencio espeluznante hasta que el empleado volvió al mostrador; los susurros que se lanzaban no disimulaban el enojo de ninguno de los dos y su hastío ante la situación se iba agrandando con cada palabra dicha.
De repente, la cafetería cambió su música activa por una más relajada y dulce.
“Nada valgo sin tu amor” comenzó a sonar mientras las tasas se llenaban de líquido caliente, la pareja por mucha energía que tuviera no pudo evitar bajar su ánimo mientras regulaban los latidos de su corazón, mientras esperaban las bebidas, la pareja se dedicó a ignorarse en silencio, como haciendo una tregua, después, en cuanto llegaron sus pedidos comenzaron su conversación en un tono más adecuado.
Al irse los primeros clientes, la cafetería ya se hallaba más llena de lo que se encontraron al entrar, por lo que los empleados no lograron contemplar el final de la discusión.
Horas después llegó una familia, un padre y sus dos hijas que tal parecía acababan de ganar una competición, con audífonos y ropa deportiva, las muchachas pidieron el menú mientras se sentaban ignorantes a su alrededor, parecían no querer quitarse los audífonos o desear hablar con alguien por el momento.
Viéndose el uno al otro, uno de los empleados giró hacia su celular mientras el otro iba a atender a los clientes recién llegados. "Caraluna" comenzó a sonar por el reducido espacio lleno de marrón y verde, el empleado con los papeles factura se acercó a la mesa pidiendo la atención de los integrantes de la familia.
En cuanto el padre tocó el hombro de sus dos hijas, estas voltearon, curiosas, cada una soltó un audífono para escuchar lo que el hombre tuviera que decir, al prestar atención al menú cada uno de la familia se encontraba decidido por lo que iba a pedir. Un capuchino, una aromática, una torta de chocolate, un milo frío y una torta de naranja con amapola, leyó a su compañera para poder tener todo el pedido en el menor tiempo posible.
Mientras ellos realizaban las bebidas, pudieron escuchar las voces agudas cantar al son de la música, parecían muy animadas mientras se tomaban de la mano para cantar el coro con más volumen que el resto de la canción.
Entre tanto, los empleados sonrientes se dispusieron a lavar algunos trastes que se empezaban a acumular, cuando ya iban por la mitad llegó una mujer, con el atardecer atrás suyo, resplandeciente, muy elegante, no más de 20 años.
La mujer se sentó en todo el centro de la cafetería como llamando la mayor cantidad de atención que pudiera, con rapidez se acercó la empleada que no había tenido la oportunidad de atender la cafetería el día de hoy. La mujer estaba sometida por el aparato que tenía frente a ella, ellos solo le habían visto levantar la mirada para pedir un latte.
Escribía, reía, daba like como si fuese un robot, los empleados dispusieron el plan que siempre llevaban consigo, tomaron el celular y colocaron “A donde vamos”, se quedaron observando mientras hacían el latte con lentitud, la mujer no levantó la mirada en ningún momento. Supusieron que había veces en que la suerte no les ayudaba y se dispusieron a entregar el pedido con rapidez.
En cuanto dejaron el latte en la mesita de té la mujer le tomó una foto, público y luego empezó a beber a sorbos lentos y constantes, esto hasta que una gota de café cayó en su aparato por un descuido tonto.
Por más ocupados que estaban, los dos empleados giraron, mientras la mujer buscaba con ansiedad una servilleta; antes de encontrar la dichosa pieza de papel, ella levantó la vista lo suficiente como para ver a un muchacho, este le debió parecer de lo más agradable, y así, con el coro de la canción, la muchacha terminó olvidando su celular junto a su latte en la mesa, dedicando su completa atención hacia el muchacho que acababa de entrar.
A pesar del fracaso de su plan, habían logrado su único objetivo, que la magia del café funcionara a la perfección.
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Al final de su jornada los dos empleados empezaron a levantar todo con “La paga” de fondo, tomaron un café, se despidieron satisfechos por el día tan productivo que habían tenido y cerraron la cafetería. El cerrojo se oscureció por la intrusión de la llave mientras el atractivo letrero de «Bienvenidos» se convertía en un apagado «Cerrado, vuelva mañana».
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