Decisiones
Mi vida no ha sido fácil, un padre alcohólico, una madre drogadicta, en mi infancia estuve rodeado de barrio como dirían algunos, delincuencia como le llamarían otros, la violencia sin justificar y la injusticia ha sido mi diario vivir. Soy consciente de que no he vivido fácil, también soy consciente de que no he tomado las mejores decisiones, pero debemos ser sinceros, todo esto culpa del gobierno.
Las personas que tienen plata lo arruinan todo, solo están interesadas en sí mismas y por lo tanto se esmeran no más en hacer cuanta plata puedan sin percatarse o dolerse por el daño que hacen a los demás, los susodichos ricos son los que alteran el ritmo del mundo y lo convierten en un infierno para aquellos que no tenemos cómo sustentarnos.
En una ciudad grande, como lo es Bogotá, mi oficio no es ni bueno ni malo, al menos así lo considero yo, la sociedad nos ha arrastrado a que robemos y atraquemos porque no hay otra manera de sobrevivir, todos me miran con repulsión, miedo u odio, todos menos aquellos que van tras de mí cada que se atraca a plena luz del día. La policía es un dolor de cabeza constante que no hace sino cumplir los deseos de esos llamados ricos para que les den comisión o propina.
Los policías me dan tanto asco, por lo menos los que nos persiguen mientras se excusan en la idea de que no tenemos salvación y nos capturan como si fuésemos cachorros en camino a una perrera, aquella perrera por la que cualquiera que conozca ya ha pasado más de una vez.
La policía local nos tiene fichados como delincuentes peligrosos y como en los últimos días cambió el Comisario General entonces esos sin verguenzas arrestan a cualquiera que haya visitado el bote antes, no importa que esté haciendo, es verdad que yo por ejemplo no cambiaré mi camino de vida pero gente como Matias o Tomas, amigos cercanos, en cuanto pasaron por el bote se decidieron a reformarse, ¿Para qué? Entonces ¿Los atraparían de nuevo si no es para joderlos?
He visto cómo ha cambiado la actitud de cada uno de los que trabajan “en pos de la justicia”, he estado allá antes y después del cambio y les puedo decir que no solo les ha cambiado la actitud arrogante que tenían hacia una agresiva y altiva, sino, también han crecido los casos de injusticia.
En mi barrio, “la zona de tolerancia entre Los Mártires y Santa Fe”, la policía persigue a los que como yo tratamos de sobrevivir, sin embargo, cuando hace días asesinaron al pobre de Don Berto, un trabajador honesto que vivía cerca de mí, los periodistas no prestaron atención al caso y los tribunales cerraron el caso lo más rápido que pudieron, supuestamente no había evidencia ni testigos, cosa que tampoco hay en mis asaltos pero en fin.
No cuento esto para generar empatía ni lo hago para que me perdonen por mis atrocidades, he encañonado, sacado puñal, golpeado, ultrajado, sin medir edad. He hecho cosas horribles de las que me arrepiento, porque lo hago; me arrepiento de lo que he hecho, pero no puedo enmendarlo porque no se me deja.
Si me entregara, se me pondría en una cárcel a pesar de mi minoría de edad, alegando que he robado ricos de otros barrios y que he estafado más de una vez, dirían que he herido y hasta matado y no necesitarían pruebas porque soy un maleante, drogadicto y ladrón que no se pararía a pensar en lo que está haciendo, ni a empatizar.
El problema de todo eso no sería terminar en la cárcel, porque ya me ha pasado varias veces en el pasado, sino que la adrenalina que provoca robar y la libertad que me arrebatan se juntan en un remolino de inconsciencia, a eso se le suma el maltrato por carceleros y compañeros de prisión y pues bueno, terminó escapando como siempre he hecho, por eso me llaman escapista aunque si supieran lo fácil que es escapar de ahí no se me llamaría así.
En efecto, yo también he pecado de codicia, he pecado de avaricia y me he dejado llevar por la mugre del mundo, pase lo que pase yo sabré el futuro porque mi vida, como siempre, es un círculo vicioso que me devuelve a mi casa en cada ocasión.
He caído en el soborno, en la mentira, en el robo, en la lujuria y en todo lo que me pueden ofrecer estas oscuras calles de Bogotá, no me arrepiento de llevar mi vida como la llevo, me arrepiento de seguir culpando a todos menos a mi, me arrepiento de no haberme quedado más la última vez en prisión pero lo que más lamento es siempre volver al horrible lugar en donde nací.



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