El circo de los horrores
Estábamos dentro de un bosque que podría llegar a ser aterrador si no fuera por el bullicio que se desarrollaba en el claro, risas, aplausos, abucheos. Todo esto parecía ser una manada de gente de clase baja. Me tapé los oídos porque la bullaranga ya me tenía a punto de estallar los oídos.
Nos encontrábamos dentro de aquella carpa que en un inicio se había visto llamativa, los colores que se intercalaban y las luces daban matices brillantes que llamaban la atención. Ahora me daba cuenta de que, como siempre me decía mi señor padre, no debía dejarme llevar por la emoción inmadura que me hacía cometer esta clase de errores.
Respirar se estaba tornando, de algún modo, más complicado que hablar con mis progenitores, la gente sentada había empezado a saltar y a lanzar elementos desconocidos al escenario cuando aparecieron ¿O apareció? El siguiente acto, 2 personas que eran una, una rareza inimaginable. Las dos cabezas hablaban y peleaban mientras trataban de dominar los malabares. Repugnante.
¡Había soportado bastante la aversión!, iba a alertar a mi madre de mí insatisfacción cuando salió al escenario una muchacha de melena negra con un vestido de novia roto que contrastaba enormemente con su tono de piel. Ella se irguió y procedió a cantar, en el momento que la primera nota abandonó su garganta las luces del circo la alumbraron.
¡Qué horror!, eso no podría ser ni en lo más mínimo algo real. La muchacha, no solo contaba con un agujero donde debería encajar uno de sus ojos, sino que tenía un cuerno saliendo de su cabeza y 2 patas de cabra en la parte baja de su cuerpo, ¿Qué tipo de fenómeno puede ser ese? Escuché preguntar a alguien en voz alta, pero por más insólito que fuera, el comentario soltó las risas del lugar. La pobre muchacha, que había cantado dulcemente hasta ese instante, no soporto la presión que venía sintiendo desde el comienzo y salió corriendo del escenario mientras una lágrima decoraba el único ojo que poseía.
Entre abucheos y comida indistinguible siendo lanzada salió el señor de edad que había visto desde el comienzo de la función, él con su bastón en madera de caoba subió a la plataforma.
-Mis estimados clientes, disculparán el actuar de mi bella Miku, este es su primer acto y no se ha acostumbrado a satisfacer al público como se lo merece.
Se notaba que algo estaba mal, su sonrisa que en un inicio había sido amigable y grande se había disminuido ahora a una mueca que trataba de disimular una rabia profunda, su cara roja también delataba su estado, aunque no parecía haber nadie que reparara en estos detalles, todos parecían querer que el show continuará como lo esperado.
Al terminar de presentar el próximo acto el señor se retiró tras bambalinas, así como había hecho aquella muchacha que parecía ser la de mayor edad entre todos. Agudice mi vista para poder entrever en la cortina que se encontraba entreabierta para mi suerte, el señor, no solo contento con haber sacudido violentamente a la muchacha después de que ella pidiera disculpas, había tomado el bastón con rabia y le había dado unos cuantos golpes hasta que las manos de la muchacha estuviera tocando el suelo.
Mis padres me habían enseñado la caballerosidad como un valor principal, por lo tanto tenía un impulso que me instaba a levantarme e ir en ayuda de la chica, mientras lo pensaba seriamente uno de los golpes que le dio enredó su bastón con la cortina y la cerró por completo.
Esa había sido la única razón por la que me quedé en mi puesto, terminando de ver como un niño casi de mi edad masticaba, ¿Eso era un brazo humano?. Desvié mi vista, todo esto era más que asqueroso y todos los que se habían presentado hasta el momento eran niños, niños que estaban deformes y que tenían una extraña tendencia de contar con flores en su cuerpo. Esto era más que enfermizo.
-Mamá, ¿ellos son felices? -le hice una pregunta a mi progenitora para poder silenciar el bullicio que me recordaba lo que ese muchacho estaba haciendo en el escenario.
Mi vieja acompañante respondió con incredulidad -Pero claro que sí hijo mío, estos fenómenos han sido castigados por las mismas manos de dios y aun así el señor Showman ha hecho lo posible por darles un hogar y comida, ellos tienen que ayudar a recaudar el dinero con el que se los mantiene, tú lo entiendes, ¿Verdad, Arnold?
-Sí madre, pero es posible que también sufran, ¿No sería mejor estar en otro lugar, en vez de aquí, si es que ellos se encuentran sufriendo? -sabía que era algo pequeño para entender algunas cuestiones de la vida adulta, pero se notaba que ellos no vivían dignamente.
-Cariño, este lugar es mejor que cualquier otro, ¿No ves lo feliz que son aquí?
Pase mi mirada por el escenario donde estaban limpiando algo de sangre, hacia las cortinas rojas que dejan demasiado que imaginar después de la situación que había visto “Dudo que sean felices con ese señor golpeándolos” comentó mi voz interna, pero también tenía que considerar que era una medida de corrección que también había vivido, la única distinción real que podía hacer era la fuerza que era empleada y quizá el tiempo que demoraba la sanción.
Entre risas irritantes y actos que superaban mi umbral de desagrado se dio por terminado el show, el Showman se presentó por última vez despidiéndonos pues aquel era el último día del acto en el pueblo, aplausos y chiflidos se escucharon en el lugar antes de que todos se pararan y abandonaran el lugar como una manada de animales. Desde mi palco veía como todo el lugar temblaba como si se fuera a derrumbar.
Cuando la mayoría había abandonado el lugar mi madre tomó sus cosas y salió con gracia, mi persona la siguió de cerca mientras veía por el rabillo del ojo como los de otros palcos en vez de salir se dirigían a la parte de atrás del circo.
Mi cabeza permaneció girada hacia la tela que no me permitía ver más allá, hasta que un grito nos sacó a todos de nuestros mundos, era una señora algo mayor se notaba humilde y desesperada. Se encontraba buscando a su hijo que parecía haberse perdido en el bosque.
-Adelantate al carruaje madre, iré a ver en qué puedo ayudar a esa pobre señora.
-Hijo…, bueno ve, pero no demores demasiado -sabía que mi señora madre entendería mi determinación y no discutiría conmigo pues siempre era una pérdida de tiempo.
Me quedé esperando hasta que vi el vestido elegante desaparecer entre la oscuridad del lugar, la voz rota de la madre me rompió los oídos, lamentablemente no me había quedado para eso, mi propósito era comprender que pasaba detrás de las sonrisas que había visto hoy en ese lugar, saciar lo que aún no podía determinar como curiosidad o como morbo.
-Es…es pequeño y tiene cabello café, su…su carita es redonda y lleva un chaleco negro con una camiseta verde, por favor ayúdeme a encontrarlo, él..él -escuchaba a la señora balbucear mientras se acercaba a las personas que no habían huido aun del lugar.
Su voz se fue volviendo un susurro mientras yo me escabullía por los costados de la carpa, sus gritos se apagaban al mismo tiempo que las voces de unos hombres se volvían claras y voluptuosas, cuando por fin pude ubicarme en la parte de atrás de la carpa escuche lo que podría parecer el final de una conversación.
-Lo lamento respetables señores, pero me temo que hoy no puedo ayudarles en lo que desean, mis niñas y niños estarán ocupados toda la noche, espero me entiendan -la voz del presentador de alguna manera parecía ser más ronca y gruesa que la que había mostrado en el escenario.
-Señor Norman, entiendo completamente su punto, pero es imposible que todos deban hacerse cargo de ese pequeño asunto.
-Yo no entiendo por qué nos está negando este negocio, pensé que le gustaba el dinero.
-Klaus callate, disculpe señor Norman por el comportamiento impulsivo de mi hermano pequeño, como ya dijo mi querido amigo entendemos que tenga asuntos que resolver, pero concuerdo con él, no le pedimos demasiado, solo 4 niños.
-Lo comprendo y si tuviera la oportunidad no tendría conflicto con ello, el problema mis respetados señores es que el fenómeno que pienso exponer el próximo show será muy difícil de armar, necesito la ayuda de todos mis niños.
-Si es así no nos queda más que esperar pacientes al próximo show que será cerca de aquí, ¿correcto señor Norman? -el señor que había hablado parecía ser un conocido mío, esperaba que no fuera así porque de lo contrario no podría volver a mirarle a la cara.
-Así es mi señor, por favor permítame invitarlo al show por mi falta de hospitalidad en esta ocasión -por primera vez el Showman se quitó el sombrero que lo distingue e hizo una reverencia que duró hasta que los hombres desaparecieron del panorama.
Se escuchó un suspiro, una maldición y luego empezó el movimiento, órdenes eran lanzadas a cada fenómeno que ocupaba el lugar.
-Tú, libreta, tú, bisturí, tú, la jaula, tú, al niño…
Vi cómo arrastraban un cuerpo y me dio pesar, sin embargo no era mi intención salvarlo pues la fuerza no me daba para enfrentarme al hombre, mi intención era desmantelar todo lo que estaba pasando.
Los seguí escondiéndome entre árboles, aprovechando la oscuridad que nos rodeaba. La iluminación que daban los bombillos de la carpa ya había sido desconectada y la luna menguante casi no daba luz se podría pensar que a propósito pues parecía reírse de la situación que se estaba desarrollando.
-Ya estamos en un buen lugar -comentó el hombre al haber llegado a un lugar lleno de árboles gigantes, la luz de la luna fue apagada por completo por las ramas que hacían estrellas en cada tronco que nos rodeaba. El hombre gritó algo haciendo que un niño se acercará, poco después una luz amarilla volvió a iluminar el lugar.
-Pásenme las estacas y el martillo -de la oscuridad se acercaron dos siluetas temblando de pies a cabeza, lo que era poco si uno lo relacionaba con la altura limitada que era portada por ellos -¡Rápido!, no tengo tiempo para sus lentadas.
4 triángulos incompletos de metal fueron entregados en la mano extendida del señor, eran tan gordos como para pertenecer a una jaula sin problema alguno. Cada que él ponía una V de metal sobre una extremidad del débil cuerpo, unas manos extra no se tardaban en ayudar a mantener su posición.
Posteriormente tomó el martillo y se empezaron a escuchar golpes metálicos que no pretendían disimular su propósito. Al final el hijo de aquella señora quedó pegado al suelo como si se tratase de una carpa, lamentablemente abrió los ojos siendo consciente de lo que estaba pasando, o eso supuse por los gritos que le siguieron al último martillazo.
Sin prestar atención al postrado en la tierra, diversos materiales extraños y de naturaleza nauseabunda fueron alumbrados por la débil luz de la lámpara.
Decidí voltear mi vista, me parecía repulsivo seguir observando tal acto de deshumanización. De la manera más silenciosa que pude, me separe del tronco en el que había estado recostado y me di la vuelta para poder abandonar aquella tortuosa escena.
Camine 20 o 30 minutos antes de darme cuenta de que mi reloj Brook Brothers no estaba, ignoraba dónde lo había perdido, pero recordaba tenerlo hasta salir del circo por lo que me gire para volver a por él, estaba seguro de que lo había dejado caer en mi escondite.
Me devolví mientras los gritos aumentaban de volumen, no por la cercanía que volvía a tener con aquel terrorífico lugar, sino por la tortura que estuviera sufriendo aquella pequeña alma. Rebusque como pude sin llamar la atención o acercarme demasiado, sin embargo no lo divisaba, la ansiedad comenzó a invadir mi cuerpo, el legado de un siglo me había sido dado para desaparecer por mi mano, mi padre estaría tan molesto que la tortura de ese niño quizá sería mejor que mi propio destino.
Mi respiración se aceleraba, comenzaba a hiperventilar; los problemas se empezaban a juntar en mi mente concurrida, mi madre molesta en él carruaje por haber tardado demasiado, mi padre molesto por el reloj, aquella vez que me había manchado de lodo y también estaba esa ocasión en la que había desobedecido a mi padre y había ido a jugar en vez de quedarme estudiando. Todas mis culpas se juntaban gritando mis errores, todas y cada una de las ocasiones de las que me arrepentía, hacían tanto ruido que mi oído dejó de escuchar y mis ojos empezaron a nublarse con un humo negro que lo distorsionaba todo.
No había lágrimas o palabras de rabia, solo miedo, un terrible miedo que me inundaba con más frecuencia de lo que yo quisiera, un miedo que me paraliza, el problema era que no me podía paralizar ahora, tenía que seguir buscando.
Entre todo el ruido que se había asentado en mi cabeza una voz resonó, un sonido no del todo desconocido que parecía preguntar algo. Luego un círculo dorado apareció como un rayo de luz en mi desesperación, era el reloj, el reloj carísimo que me había dado papá. Lo tomé y di gracias, me levanté y posteriormente una mano rasposa que retuvo mi brazo me recordó de que esto no era mi pueblo.
Alcé la vista solo para confirmar que el que me había salvado de la ira de mi padre era el mismísimo Showman, salpicado de sangre y sin quitar su sonrisa, solo reflejado por la luz de la lámpara que nos alumbraba a los dos desde un tiempo indeterminado.
¿Iba a morir?
Unas manos me atraparon desde atrás mientras una risa maniaca sonaba al lado de mi oído -Niño, compórtate y no lo muerdas -el niño parecía no estar de acuerdo con el señor, aun así dejo de lamer mi oreja en cuanto escuchó aquella declaración, su risa también se volvió silencio en un segundo para pasar a ser pequeños reproches.
El ambiente parecía haberse endurecido con mi presencia, aunque las instrucciones no se hicieron esperar, sentí un tirón que me lanzaba hacia atrás, no lograba ponerme de pie cuando se me volvía a empujar hasta llegar al lado del ¿niño?, lo que estaba frente mío no era un humano ya, la mitad de su cuerpo no existía y algunos trozos de tripas, rosadas con tonos rojos se unían con lo que parecían ser unas piernas de ave, un hilo transparente rodea su cadera cumpliendo su función, además su cabeza estaba rapada por completo.
No contento con eso el dueño había cogido el martillo y lo que parecía ser un destornillador. -Bien, esta es mi parte favorita -no me sorprendía que todos se taparan los oídos al escuchar aquella declaración, hasta mi carcelero había dejado su misión para acurrucarse y empezar a cantar. Era mi oportunidad de huir, pero mi cuerpo me traiciono, me petrifiqué frente a la escena, pues aquello no era poco humano, o asqueroso, el sentimiento que me provocaba se asemejaba al ver un cadáver en estado avanzado de putrefacción.
Sus dientes comenzaron a desmoronarse con cada martillazo que daba, dudaba que fueran aún dientes de leche por lo que su propósito era claramente dejarlo mueco de por vida, sin embargo, más que los gritos, eran aquellos chirridos que daban los dientes antes de ceder ante la fuerza los que me provocaban escalofríos. Cada tanto, con un giro de cabeza se dejaba ver una masa roja con trozos blancos en el pasto, luego el señor volvía a coger la cabeza para quitar otra preciada perla.
Durante el tiempo que haya durado el procedimiento, no logre girar la cabeza o parpadear, mi cerebro estaba bloqueado, pasmado ante tal atrocidad que estaba presenciando. Era el único que estaba de frente presentando el delito, todos los demás habían dado la espalda y habían retirado su presencia por lo que la linterna solo iluminaba 3 presencias.
Los gritos, menos humanos y más animales dejaron de sonar cuando el martillo y el destornillador dejaron las manos del carpintero que parecía orgulloso de su obra. La criatura postrada frente a mí aún parecía tener algunos dientes, pero estos estaban torcidos o no estaban del todo completos. Los párpados permanecieron firmemente cerrados ante la mirada orgullosa del señor.
Luego de admirar lo suficiente su obra, se acercó a mí y me ató al árbol más cercano para que sus planes no fueran revelados, la verdad era que yo no constituía ningún peligro, empezando porque no me había podido mover desde que le había visto con mi reloj.
Desde el tronco vi como él llegó nuevamente al lado del fenómeno, porque ya podía tomar aquel nombre que se le había dado a los otros niños que posiblemente habían pasado por el mismo proceso. Comenzó a presionar las masas rosas para devolverlas al cuerpo al que pertenecían, cuando terminó volvió a tomar la aguja y la comenzó a pasar por todo el cuerpo nuevamente.
Habiendo terminado su proceso levanto con una fuerza bruta los alambres que lo mantenían preso y puso el cuerpo, que apenas se movía inconsciente, en una jaula cercana.
Cuando hubo cerrado la jaula sin cuidado alguno, su mirada demente por fin cayo sobre mí.
-Tú, tráelo, tú, la navaja, tú tráeme mi libreta -las instrucciones me daban terror y expectativa, pues ya que no me podía librar esperaba quedar tan ileso como fuera posible, quizás podría terminar como el chico que babeaba por comer carne humana.
Me encontraba preso nuevamente, pero esta vez bajo barrotes que parecían ameritar mi final, mis ojos nunca dejaron de ver aquellos orbes cafés que boceteaban algo en un cuaderno de cuero viejo. ¿Cuánto tiempo había hecho cosas así?, posiblemente durante años porque su creatividad no dejaba nada que desear.
-Lo tengo, ¿Quieres ver tu futuro mi nueva atracción? -acercó lentamente el cuaderno hasta que mis ojos aclararon lo que tenía delante de mí, parches de piel cocidos como si no pertenecieran al cuerpo, ojos de diferente color y las extremidades que parecían colgando.
Deseaba poder cerrar los ojos ante lo que tenía delante de mí, claro que no tendría misericordia con un soplón, el gran error que acababa de cometer me carcomía, sin embargo mis ojos no deseaban perderse ningún detalle de aquel momento, mi atención centrada en esas pupilas dilatadas fue lo único que pude haber controlado esa noche de títeres.
-¡El veneno! Y rápido si no quieres otro cuerno en esa linda cabeza -le fue pasado un frasco algo grande con líquido de un color negro brea, lo fue derramando lento sobre mi cuerpo, quemaba como lava y sentía como empezaba a traspasar la carne. Dolía de una manera que jamás pude imaginar el dolor y aquello solo era el inicio de mi tortura.
-Esto es lo que pasa a los niños desjuiciados, espero no volver a castigarte otra vez…
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