Nuestra cajita de las memorias

Via_Liz 0 Comments

Me encontraba en la escuela cuando se me acercó Carla, no habíamos hablado hace años, pero no era que estuviéramos enojadas, simple y llanamente no congeniamos lo suficiente desde que entramos a la secundaria.


Me sacó de mi sorpresa en cuanto tocó suave mi hombro y movió su mano como invitándome a seguirla, por lo tanto, me levante y camine detrás de su pelo marrón hasta el pasillo, en el momento en el cual casi me choco con ella, giró y pude ver con claridad cómo sus ojos brillaban mientras me mostraba algo en su celular.


-¡Mira Sara, es nuestra cajita de las memorias!, ¿No te parece increíble?


Ahora mis ojos se contagiaban de la emoción, había olvidado el barril de pintura que habíamos hecho pasar por una cajita con 7 años, como en las pelis estadounidenses, aunque el presupuesto no alcanzaba lo suficiente y solo habíamos conseguido robar un barril de pintura viejo de mi papá.


-¿Es hora?


-¡Obvio que sí!


Esa era una declaración que nos emocionaba mucho, por ende cuadramos ir a su casa esa misma tarde. Carla vivía en una casona con jardín y ático, al lado de una avenida, debo decir que siempre estuvo muy bien estratificada, y si no fuera porque ningún transporte que no sea privado no entraba por allá sería perfecta. Tuvimos que caminar casi 10 cuadras de las cuales corrimos 8.


Al llegar la emoción había sido desplazada por una sed insaciable, la que nos retuvo en la cocina hasta que cada una tomo por lo menos 3 vasos de agua, luego esta fue reemplazada por el cansancio que nos llevó al comodísimo sofá de la sala. Hablamos durante media hora hasta que la emoción nos volvió a invadir después de tanta anécdota y nos paramos a ir por el barril.


Lo dejamos en el piso de la sala y fuimos por dos trapos, uno verde y otro amarillo, que terminaron marrones y grises después de pasar firmemente por la superficie del cilindro. Cuando estuvo limpia y lista como para ser recordada, mi amiga tomó el mando tomando la cajita de las memorias por arriba, incitando a retenerla por abajo para poder abrirla, con un poco de forcejeo y bastantes gritos, quejidos y reclamos logramos liberar nuestros pequeños, dañados y mohosos recuerdos, no habíamos pensado bien al enterrarla.


En fin, ¿Qué importaba ahora?, metimos las manos una por una y empezamos a sacar recuerdos mientras comentábamos el porqué los habíamos metido ahí, pasaron casi 10 años para que supiéramos la razón de los objetos de la otra; esa era la idea aunque en ese tiempo no creíamos estar tan lucidas ahora, era como si hubiera pasado una semana o algunos meses.


Lo primero que saqué fue una rosa marchita medio destruida cortesía del padre de Carla cuando entró su primer día a primaria, se la mostré y las dos reímos, supongo que esa era la única cosa que no era necesaria explicar. Mientras trataba de arreglar la delicada flor, mi estimada camarada me acerco hasta casi restregar en mi cara un parche de ojo, cercano a naranja, por algo pegajoso sobre él, con pequeños puntos blancos.


-Es de la vez en la cual te lastimaste con una rama cuando jugábamos a ser brujas- Explicó tratando de no morirse de la risa -Al fin y al cabo por lo menos hicimos honor a nuestra raza y pusimos sal adentro aunque me parece que debería ser un círculo de sal, no echarle un paquete como si hiciéramos queso costeño. Irónicamente se expresó mientras poníamos mi parche del ojo en un plato con agua que habíamos preparado con antelación.


Seguimos sacando cosas hasta que terminamos; sin embargo, al fondo, junto con la pintura seca, estaba aun pequeño brillo que divise, lo levante con cuidado para escuchar una estruendosa risa y mi confusión la hizo reír cada vez más, no podía soportar la duda porque Carla había reaccionado exactamente igual hace años.


-Explícate, ¿Por qué?


-Jajaja... Es muy simple ¿Recuerdas cuando mi falda de colegio se rompió y para que mis padres no me regañaran robamos una aguja y un poco de hilo de la sastrería al frente de tu casa?


-Dios, no puede ser.


-Siiii, y tengo aún la foto de como quedó mi falda, creo que hubiera sido mejor si no la hubiéramos cosido a pesar de que en aquel momento parecía una excelente idea.


No pude soportar recordar ese evento tan vergonzoso, así que cogí una hoja que contenía la preparación de unos brownies y se la mostré, gracias a Dios no estaba sino un poco húmeda, así que fuimos a la cocina a hacer el postre de nuestro encuentro, pero terminamos haciendo un festival.


Comida por todos lados, marrón y piel en nuestros labios, en las encimeras y en el piso, no recordaba ser tan desastrosa, aunque seguro pasó lo mismo esa vez porque los brownies sabían y se veían igual, flácidos, grasosos y deliciosos.


En tanto terminamos la limpieza a la cocina, decidimos dividir las porciones de brownie y cada una tomó sus cosas antes de despedirnos; si volveríamos a salir o no, no lo sabía, pero siempre que salían estas oportunidades las aprovechaba al máximo.


Con mi parche, mi aguja con hilo negro y ciertas cosas menos limpias camine hacia mi casa un poco más tarde de lo normal.



¿Curiosidad por como realice el reto?:
Nuestra cajita de las memorias - substack






0 comments: