Parálisis paranormal
Lisa se acostó con su camisa y su pantalón aún puestos, sólo molestándose en desabrochar las dos prendas lo suficiente como para que le dieran libertad de movimiento.
Había sido un día largo de arduo trabajo lo único que quería era descansar hasta que el sol se asomará nuevamente, por desgracia su cuerpo no parecía pensar lo mismo, pues, en cuanto tocó ligeramente el sofá sus parpados se negaron a cerrar durante lo que pudieron ser minutos eternos u horas algo cortas.
No era la primera vez que su cuerpo le fallaba, tampoco la peor, por lo que no dedico pensamientos a las pastillas que descansaban en el lavamanos, prefirió quedar inmóvil hasta que su cerebro palpitante se apiadara de ella. Mientras esperaba al sueño se imaginó un túnel luminoso que con cada minuto iba oscureciendo hasta volverse oscuro y acogedor para terminar en un negro penetrante cuando su mente se desconectó de su cuerpo.
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Ojos revoloteando, respiración lenta y superficial, músculos relajados y una expresión tranquila que delataba su estado. Esa era la escena que se divisaba hasta que, tal vez por una pesadilla, las cobijas fueron desordenadas mientras un resoplido rompió la monotonía del lugar.
Después del sobresalto, Lisa parecía no haber despertado a pesar del cambio en su expresión y en su respiración; su cuerpo se negaba a moverse y su garganta negaba sonido alguno a pesar de la tensión que se había instalado en la habitación, todo cortesía de la sombra humanoide que se encontraba encorvada a un lado del tocador.
Los ojos eran lo único que se podía distinguir aparte de la silueta, ojos amarillos que imitaban al sol, ojos que no cerraban y que la miraban tan fijo que podían terminar haciendo un hueco entre ella y la cama.
No es que Lisa quisiera pestañear, pero desde que había notado tan aterradores ojos simplemente no lo podía evitar, sus ojos cerraban con temor cada vez más palpable pues con cada parpadeo la cosa lánguida y gigante iba acercando su ser a la cama donde la muchacha aterrada trataba de gritar.
Los ojos que seguían cerrándose y abriéndose se comenzaron a llenar de lágrimas mientras la mano, que parecía más 5 garras pegadas a un pegote de brea, empezó a extenderse sobre ella. Lisa sentía como si esos ojos no le soltaran la vista en ningún momento y eso la alteraba aún más.
No podía estar temblando más de lo que ya lo estaba haciendo, ella empezó a pedir a cualquier entidad que conociera por su protección personal, con los ojos mojados cerró nuevamente sus párpados queriendo no abrirlos de nuevo, sin embargo, la inercia la obligaba y cuando los orbes cafés volvieron a mirar hacia arriba no vieron más que su techo habitual.
La voz volvió a ella y los movimientos en breve se normalizaron de nuevo, pero Lisa nunca podría olvidar a aquel ente que la había visitado aquella noche.



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