Galochi caló

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Cada que cierro mis ojos veo una nueva masacre hacia mi familia, desde aquel 8 de abril, el día internacional que nos congrega en una reunión festiva.

Desde ese momento no han parado de aparecer familiares que, a pesar de que tienen diferentes lenguas, yo los logro entender. Mi gente que es representada por la rueda roja. Son ellos los que sufren no solo acá, sino en el resto del mundo, mueren por injusticia, por rencor y por prejuicio. Mueren por el miedo del mundo hacia nosotros, mueren en mi cabeza vacía de pensamientos.

Y aunque temo a mis sueños, no puedo hacer otra cosa que plasmarlos en pergamino y papel, relatarlos en verso para dejar ver mi interior descubierto, no puedo dejar de mostrarme ante el mundo, ni puedo abandonar los pensamientos que me inundan cada que la luna se asoma frente nuestro.

Siento la necesidad de clamar que no somos solo nuestros pies descalzos con callos, que no somos solo la lengua romaní y nuestras tradiciones, que no somos solo el pueblo al que la segunda guerra desplazó, que no somos los prejuicios que creen de nosotros ni los que las malas lenguas despotrican de lo nuestro.

Cuando canto estas verdades, dichas solo para que lo entienda mi gente, me siento feliz, libre después de contenerme. Puedo gritar al mundo que somos una comunidad, que somos una familia unida y grande, un lugar que no olvida sus orígenes, una parte de la humanidad que conserva las recetas orientales y sus bailes tradicionales.

Les recuerdo que somos nuestras creencias vivas y nuestra lengua que aún no olvidamos, que somos nuestros vestuarios llamativos y las lentejuelas sonando mientras bailamos. Que nuestra bandera verde y azul representa la tierra y el cielo, que nuestra profesión por generaciones ha ayudado a pueblos que no son el nuestro, que nos hemos nutrido de cultura ajena tal y como ellos se han nutrido de la nuestra.

Sí, podemos ser pocos, si podemos ser minoría. Podemos haber muerto más de una vez como almas, pero nunca hemos muerto como pueblo. Nos desplazaron, nos amenazaron, nos retiraron, nos discriminaron, pero seguimos aquí, sin dar la espalda a nuestra familia, sin dar la espalda a nuestra tradición.

Seguimos en pie como pueblo gitano que somos, elevamos nuestra voz para que escuchen y entiendan que aún existe el romaní, para que entiendan que el pueblo gitano sigue presente a pesar de todo, que seguimos luchando por seguir adelante, que seguimos andando con los pies cubiertos de esperanzas y enseñanzas de nuestras anteriores caminatas.

Puedo no ser una poeta famosa, que recita sus versos en teatros llenos de gente; puedo ser una trovadora desconocida que deja oír su voz en una calle vacía, puedo ser de raza gitana arraigada a mis tradiciones, puedo ser mujer, hija y madre sin avergonzarme de mis orígenes, puedo ser gitana de corazón y elevar mi bandera en lo alto, no necesito más aprobación que la de mi gente y la protección el cielo que nos sigue amparando.


Relato Galochi caló con 500 y algo de palabras, este está hecho para un concurso, el relato original se encuentra en substack: Galochi caló



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