La cueva
Íbamos subiendo la montaña, era nuestro tercer día escalándola y aún nos faltaba un buen trecho para alcanzar la cima. Amanda Flores había sido la de la idea, yo solo la había seguido porque me había parecido interesante el reto, pero ya me sentía cansado. Ella, en cambio, se sentía viva, renovada, fuerte, feliz, por lo menos eso era lo que me decía.
Habíamos llegado a una parte infértil de la montaña, prácticamente cubierta de nieve, ya empezaba a anochecer y temíamos la guardia que nos tocaría hacer esta noche para que no hubiera riesgo de avalancha. Amanda, por suerte, alcanzó a divisar una cueva, quién sabe cómo.
Al entrar nos invadió una sensación de calor, nos retiramos los guantes y la chaqueta exterior para disfrutar de esta sensación, también se podía sentir un débil olor a pescado asado, no solo era eso, había ciertos elementos regados en el suelo como cubetas o cuchillos, la cueva parecía ser el hogar de alguien. Amanda estaba encantada y revisó toda la cueva mientras yo me quedaba en la entrada tratando de decidir si seguirla o convencerla de irnos, no deseaba invadir la casa de alguien, pero en definitiva necesitábamos refugio por esta noche y entre más lugares iluminaba Amanda, más convencidos estábamos de que aquella casa había sido abandonada hacía bastante tiempo.
Me dio curiosidad en cuanto Amanda desapareció en la oscuridad de la cueva, tan profunda era que hasta la luz de su linterna se había vuelto débil, camine recto pero pronto sentí una telaraña envolver mi mano y rápidamente la aleje de la pared, al parecer había varias así en toda la cueva, trate de continuar, pero era normal tropezarme con los objetos que estaban descuidadamente tirados en el suelo.
La oscuridad me había empezado a absorber cuando noté nuevamente la linterna de Amanda, curiosamente la luz no se movía ni un centímetro de donde estaba dirigida por lo que me acerqué para preguntar la razón de esto. Grande fue mi sorpresa cuando vi en la pared un detallado arte rupestre que parecía ser bastante antiguo y muy poco conservado, a su alrededor había dibujos que parecían más recientes y que, sin embargo, no estaban mejor que la pintura del centro.
¿Qué tan antigua podía ser la cueva?, en cuanto volviéramos a tierra plana deberíamos avisar de la existencia de esta cueva, parecía ser un próximo tesoro nacional.
El éxtasis que estábamos viviendo al estar frente a un descubrimiento impresionante se desvaneció casi de inmediato cuando una voz profunda y cansada sonó en la cueva, tal parecía que no había estado desolada como nosotros pensábamos, Amanda fue la primera en actuar porque era la menos ansiosa de los dos, me susurro que iría a hablar con el señor y que le pediría que nos acogiera por esta noche.
Yo no podía dejarla sola, pues sabría dios que tan pacífica era la persona de afuera, así que la seguí de cerca hasta que vimos una cabellera blanca y una expresión de sorpresa en un rostro arrugado, este señor parecía ser muy anciano y ni Amanda ni yo sabíamos cómo explicar el hecho de que estaba cargando 2 cántaros de agua.
Amanda se apresuró a ayudar al anciano con los cántaros, pero fue alejada hábilmente por una huesuda mano, -¿Qué hacen ustedes aquí? -preguntó con voz profunda mientras se desencorvaba y dejaba los cántaros en el suelo.
0 comments: